El legendario legado de Luis Tiant

T odo ocurrió como suelen darse los instantes memorables. Ya estába mos instalados en la sección más elevada del añejo parque Fenwway en Boston, justo encima de la tercera base, cuando nos sorprendió el deseo de saborear una de esas enormes salchichas italianas en venta del lado afuera del estadio. El tiempo estaba de nuestra parte. Aún faltaban 30 minutos para el inicio del tercer juego de la Serie Divisional entre los Medias Rojas y los Astros de Houston.A contracorriente de la mul titud en busca de su asiento, nos abrimos paso por la rampa, y ya en la calle, formamos fila detrás de la concurrencia con la misma intención de saborear el famoso perro caliente. Fue entonces cuando distinguimos el abundante bigote blanco en su clásico estilo fumanchú. Solo faltaba el tabaco, pero no había duda. Era él, Luis Tiant. No estaba oculto y no pretendía pasar desapercibido. Solo que en medio de la penumbra que reinaba a esa hora, sus bigotes era lo único que contrastaba con la chaqueta azul marino con los emblemas de los Medias Rojas, y con esa piel oscura que soporta los embates del tiempo, como los bateadores intentaban soportar sus envíos en sus años dorados como pitcher de las Grandes Ligas y la cuenca del mar Caribe.No hacía falta apelar a los subterfugios del pasado.Igual, Tiant nos recibió con una amplia sonrisa que destilaba amabilidad, y cuando ya sí, recurrimos al re cuerdo de sus días en la liga venezolana, especialmente con el Caracas y La Guaira, el hombre se entregó.Para terminar de atraparlo tan solo por unos minutos explotamos el recurso de la memoria: sus 12 triunfos con los Leones en la 1966-67, su sin hits ni carreras sobre el Caracas desde la lomita de los Tiburones, su blanqueo sobre los Rojos de Cincinnati en la Serie Mundial de 1975 en el mismo Fenway Park, etc, etc, etc.Y ¿cómo es que sabes tanto de mí?, volvió a sonreír el cubano. Yo no puedo recordar todo eso. Mi memoria ya no es tan buena. Socio, en noviembre cumplo 77 años.No tienes idea de cuántas cuartillas llené escribiendo de ti en El Nacional, respondimos sin el menor sonrojo, investido del más furibundo de los fanáticos.Ir al Fenway Park el pasado domingo 8 de octubre fue la materialización de un viejo sueño que me perseguía a todas partes desde hace ya algún tiempo. Después de casi cuarenta años ininterrumpidos observando juegos detrás de una máquina de escribir o de una computadora portátil, de un micrófono o una...

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