El lenguaje de los corruptos

Frecuentes, inoportunas y cada vez más alarmantes, las cadenas embargan el poco tiempo que podemos dedicarle al entretenimiento. Antes apagaba el televisor; después opté por encenderlo e imaginar sobre los rostros de Maduro y sus acompañantes las máscaras de Thalía y Melpómene, de modo que entre comedia y tragedia descubría las costuras del discurso oficial, porque la mentira florece antes de unas elecciones y después de una cacería.Hay quienes salen de caza con el argumento de que gustan del venado, la liebre o la perdiz; pero lo que buscan es matar a un animal indefenso. Pascal se sinceró al respecto: Nos gusta la caza más que la presa. Si el régimen tuviese tal franqueza, revelaría que las elecciones municipales son de su interés solo si puede ganarlas, lo que no parece fácil, y que haría lo imposible por torpedearlas o tergiversar su sentido, basado en la ya no tan nueva geometría del poder para convocar espurias asambleas que den vida al ansiado Estado comu nal al que se refieren reiteradamente Maduro y sus adláteres y donde la mano alzada sustituiría al sufragio. Sin embargo, a la caza de votos están los rojos volcados. De allí ese arrojar la piedra y esconder la mano que azuza a saqueadores para después reprimirlos en un tira y encoge dictado por la desesperación; la misma desesperación que anima la resolución que consagra el 8 de diciembre como Día de Chávez para realizar actos proselitistas mientras se llevan a cabo los comicios municipales.Con el retintín de la lucha de clases, el madurismo no descarta encaminarse por senderos distintos de los previstos en la Constitución, amparándose en una serie de disposiciones que, por vía habilitante, hizo aprobar Chávez con el camelo de librar, desde abajo, el combate contra la pobreza. En el fondo sabemos que no les interesa a Maduro ni al PSUV y mucho menos a los jerarcas cubanos o al generalato vernáculo poner término a la pobreza; esa quimera es su razón de ser, la justificación de su psicótico apego al poder. Por eso el ocultamiento, el disimulo y el fingimiento se han convertido en prácticas cotidianas con las cuales procuran confundir al cada vez menos dócil pueblo que proyectan redimir sin saber cómo y menos aún cuándo. Un pueblo al que faltan el respeto profesándole un amor tarifado y misionero que lo degrada, pues lo reduce a condición de mendicante; un pueblo al que tratan como idiota de continuo bombardeándolo con campañas difamatorias que, además de exudar odios con tufo nazi...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR