La ley del odio

La frase de Chávez ante la muerte de Carlos Andrés Pérez resume una manera de expresar sentimientos destructivos destinada, por desdicha, a establecerse en la vida venezolana. Ningún hombre público del pasado había descendido hasta un ataque tan vil a un político que dejaba de estar entre nosotros, por mucho que se pudiera reclamar de sus pasos como gobernante. Quien busque en los anales de las diatribas de la política durante las horas más borrascosas del país, no topará con una expresión tan asquerosa. Quizá en lo que habitualmente se conoce como bajos fondos de la sociedad pudiera sonar la expresión soez con el propósito de atacar a un adversario, aun en el caso de que ese adversario ya no pudiera responder, pero jamás había sucedido en la tribuna para que lo escucháramos todos. Yo no pateo perro muerto, dijo cuando se le pidió un comentario sobre el deceso de quien fuera dos veces presidente de la República.Pero no estamos ante un hecho aislado. Estaba en el interés de Chávez la división de la ciudadanía para llevar a cabo con mayor facilidad su objetivo de dominación. De allí que se aficionara a los improperios, a través de los cuales pretendía señalar la existencia de un género deplorable de venezolanos, los que se resistían a su hegemonía, que solo merecían el látigo de las descalificaciones groseras. No ahorró adjetivos vulgares para disminuir la valía de los líderes de la oposición, ni para atacar a la gente del pueblo que seguía sus mensajes. Fue así como nos vimos metidos en un tipo reiterado de taxonomía, ventilada hasta el desenfreno y distinguida por la acumulación de vocablos obscenos, cuyo propósito no era construir una distinta forma de vida, sino destruir la existente a golpe de mandarria. Como carecía de argumentos dignos de atención, apeló a los sentimientos primarios de los venezolanos, se dedicó a sacarlos de los intestinos de los destinatarios para generar una distancia proveniente de pulsiones elementales que, una vez salidas del organismo de cada quien y sumadas a las que expulsaban los cuerpos de los semejantes, podía funcionar como sillar de su proyecto.Como no todo había sido felici dad en el pasado, encontró plataforma para la promoción del rencor. Los muchos desencantos creados por la democracia representativa podían convertirse en un...

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