La libertad en las calles

Hace ya 4 semanas que los estudiantes venezolanos comenzaron a protestar en las calles de las principales ciudades del país contra el gobierno de Nicolás Maduro y, pese a la dura represión 20 muertos y más de 300 heridos reconocidos hasta ahora por el régimen, y cerca de un millar de detenidos, entre ellos Leopoldo López, uno de los principales líderes de la oposición, la movilización popular sigue en pie. Ha sembrado Venezuela de trincheras de la libertad en las que, además de universitarios y escolares, hay ahora obreros, amas de casa, empleados, profesionales, una ola popular que parece incluso haber desbordado a la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, la organización sombrilla de todos los partidos y grupos políticos gracias a los cuales Venezuela no se ha convertido todavía en una segunda Cuba.Pero que esas son las intenciones del sucesor del comandante Hugo Chávez es evidente. Todos los pasos que ha dado en el año que lleva en el poder que le legó su predecesor son inequívocos. El más notorio, la asfixia sistemática de la libertad de expresión. El único canal de televisión independiente que sobrevivía Globovisión fue sometido a un acoso tal por el gobierno que sus dueños debieron venderlo a empresarios adictos, que lo han alineado ahora con el chavismo. El control de las estaciones de radio es casi absoluto y las que todavía se atreven a decir la verdad sobre la catastrófica situación económica y social del país tienen los días contados. Lo mismo ocurre con la prensa independiente a la que el gobierno va eliminando poco a poco mediante el sistema de privarla de papel.Sin embargo, aunque el pueblo venezo lano ya casi no pueda ver, oír ni leer una información libre, vive en carne propia la descarnada y trágica situación a la que los desvaríos ideológicos del régimen las nacionalizaciones, el intervencionismo sistemático en la vida económica, el hostigamiento a la empresa privada, la burocratización cancerosa han llevado a Venezuela, y esta realidad no se oculta con demagogia. La inflación es la más alta de América Latina y la criminalidad una de las más altas del mundo. La carestía y el desabastecimiento han vaciado los anaqueles de los almacenes, y la imposición de precios oficiales para todos los productos básicos ha creado un mercado negro que multiplica la corrupción a extremos de vértigo. Solo la nomenclatura conserva altos niveles de vida, mientras la clase media se encoge cada día más y los sectores populares son golpeados de una...

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