Contra la libertad de prensa

Hace unos cuantos años, en 2003, cuando algunos espíritus ingenuos seguían sin saber a ciencia cierta el rumbo que las manos militares de Hugo Chávez le iban a fijar a la nave del Estado, la cúpula del poder, que todavía no era abiertamente roja ni rojita, se planteó qué hacer para meter en cintura la unánime oposición de los medios de comunicación social a la revolución bolivariana. Los sucesos del 11 de abril y del llamado paro petrolero habían encontrado en la prensa, sobre todo en la televisión, una formidable caja de resonancia y, más allá de cualquier duda, era evidente que si no se atajaba esta amenaza a tiempo el proyecto político del 4 de febrero corría el muy serio peligro de sufrir una derrota prematura e irremediable.De ese debate interno del cha vismo surgió la conclusión de que para garantizarle al naciente régimen una travesía segura resultaba imprescindible la urgente construcción de una avasallante hegemonía comunicacional. De ahí vino, por supuesto, la infame ley mordaza, cuya única finalidad fue acorralar progresiva mente a los medios radioeléctricos, hasta que, por fin, en 2007, el cierre de Radio Caracas Televisión mostró con absoluta claridad cuál sería la suerte fatal de la emisora de radio o la planta de televisión que se resistiera a entrar por el angosto aro del silencio informativo y la sumisión.Con los medios impresos, que no necesitan licencia alguna del Estado para existir, la imposición efectiva de la autocensura requería mecanismos aún mucho más complejos y rebuscados. La compra de los periódicos, por ejemplo, billete sobre billete, y la no liquidación de las divisas necesarias para comprar papel. Algo así como decirles a los más incómodos propietarios, tú decides, hermano, plata, incluso más de lo que vale tu periódico, o plomo, es decir, la ruina y la muerte que significa para un periódico no tener papel. Y cuando ni así pudieron torcer la perseverancia de medios de tanta infl uencia en la opinión pública como El Nacional, Tal Cual y La Patilla, pues nada, ahí están los tribunales de justicia, ahora de justicia revolucionaria, para criminalizar la disidencia y...

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