Libros: Ernest Hemingway

Lo que bien sabemos: fue una de esas personas que se realizaba al aire libre.Podía internarse en zo nas boscosas y caminar por horas. Cazaba. Pescaba. Descubría datos de presencias antiguas o primitivas allí donde otros no veríamos nada. En su obra hay siempre árboles mecidos por el viento, aguas que se mueven y emiten sonidos. No es parte de la mitificación que le ha rodeado: vivió atrapado por una curiosidad innata por lo exterior. Pero no un exterior de fachada, sino uno de condición metafísica como esa presencia viva y casi humana que tiene el paisaje en ese exquisito relato que es Las nieves del Kilimanjaro. Es posible que tuviese un montaraz imaginario de sí mismo: alguien capaz de aventurarse en los secretos de la naturaleza.Y fue ese sujeto con vocación de riesgo el que, después de haber incursionado en el periodismo, se enroló en 1918, al inicio de la Primera Guerra Mundial, como conductor voluntario de ambulancias al servicio de la Cruz Roja Estados Unidos, su país, todavía no había entrado en la guerra.Fue herido gravemente durante un bombardeo. Con las piernas ametralladas, Hemingway, que entonces tenía apenas 18 años, logró salvar la vida de un soldado, lo que le valió una medalla mili tar. Una década después escribió Adiós a las armas, novela una vez más traducida y una vez más publicada en nuestra lengua Editorial Lumen, España, 2013.Prima, con su maestría habitual, lo lacónico: a las frases cortas le siguen otras frases cortas. En los primeros capítulos uno tiene la sensación de estar ante...

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