Libros: Irene Némirovsky

Sostiene el fabricante de tambores: hay un punto de tensión que es el del mejor soni do. Ni tan jalado que la superficie pueda agrietarse al menor toque, ni tan laxo que los sonidos salgan deformes por blandura. ¿Hasta dónde tensa la superficie del instrumento ese fabricante que aspira a la perfección? Hasta ese instante en que la tirantez del cuero es capaz de expresar todas las intenciones de su intérprete. Corresponde a los escritores las dos tareas: tensar el fondo, jalonar el telón del relato, y asegurarse de que cada palabra se levante ante el lector con su mejor sonido. De las muchas nítidas páginas que he leído de Irene Némirovsky, las de El caso Kurílov Ediciones Salamandra, España, 2010, podrían ser las de sonidos más depurados: palabras que lo hacen todo más evidente, más intenso, más desgarrado, si se quiere. Novela breve: León, un jo ven terrorista debe liquidar a un poderoso funcionario del régimen zarista. La historia la cuenta él mismo, sujeto que se ha proyectado bajo el desiderátum de su propia muerte. Ha nacido en una familia de terroristas. Escasez: quizás esta palabra revele el límite inferior en que transcurre su existencia. En cierto momento, León invoca a su madre: Recuerdo que nunca nos besaba. Por otra parte, éramos niños tristes y desapegados, al menos yo. Aunque en ocasiones, cuando estaba muy cansada, extendía la mano y suspirando...

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