Linda Loaiza

Y a hace diez años de la tragedia sufrida por Linda Loaiza, cuando se supo que había sido secuestrada, golpeada y luego mutilada por un niño bien ligado a los altos círculos académicos y judiciales rojo rojitos, es decir, de pura estirpe bolivariana. Esta joven, valiente por encima de cualquier consideración, se levantó y luchó luego de ser pisoteada sin piedad, de ser humillada y ofendida no sólo por la policía que atendió el caso, sino por encima del laberinto de complicidades que la familia del acusado armó pacientemente entre amigos de aquí y de allá, siempre vinculados a las insuperables alturas del poder.

Lo que Linda Loaiza consideró en su momento una denuncia seria y bien fundamentada de violencia contra la mujer, que debía ser sustanciada y llevada a juicio de acuerdo con las leyes del país y de la normativa que protege a las mujeres en estos casos, se convirtió no sólo en una larga acusación cuesta arriba imposible de llegar a término sino que, debido a los siniestros tentáculos del poder, se volvió en su contra.

Lo raro, lo extraño y lo vergonzoso es que estas respetables matronas roja rojitas que administran el poder no hicieron nada por aliviar la condición de debilidad ante la justicia en que se encontraba esta joven que, a todas luces, surgía como la parte más desprotegida no sólo por no contar con suficientes recursos económicos para defenderse, sino porque todos en el escenario judicial presumían que en las altas esferas de la magistratura surgía un clima de miedo a decidir sobre este caso.

Y ese miedo recorría incesante la espina dorsal de fiscales, policiales y jueces, intimidados...

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