Little Boxes

Por fortuna o desdicha, siempre hay algo que nos perturba lo suficiente para volver a sentarnos ante la máquina. Esto leí en la prensa española. A Javier Marías me gusta leerlo los domingos. También, el Papel Literario, el suplemento Siete Días de El Nacional y escuchar La ciudad deseada por la Cultu ral de Caracas.En la radio escuché la can ción Little Boxes de Malvina Reynolds. Confieso que no me gustó o más bien me perturbó lo suficiente para volver a sentarme ante la máquina. ¿Por qué el ser humano parece sentirse confortable en la uniformidad? Al uniformarse. Esta mañana temprano había leído de Leonardo Padrón, en Siete Días, sobre su navidad en Wes ton: En Weston la vida es una presunción. El aire se aburre pasmosamente. Allí, la naturaleza tiene una organización industrial. [...] Esa monotonía urbana tiene un nombre: The cookie-cutter-houses. Ca sas diseñadas como galletas.Un poco más tarde, en La ciu dad deseada, Federico Vegas mencionó las pequeñas ventanas, repetidas, en una regularidad estrecha, enajenada, de las nuevas construcciones de interés social; edificaciones sin integración alguna al tejido de la ciudad. Construcciones idénticas levantadas en terrenos de valiosa ubicación dentro de Caracas. Estos edificios no son el molde de las casitas nacid[as] bajo la dictadura del urbanismo clásico de los suburbios americanos, sino el molde prefabricado de la Misión Vivienda, regidos bajo los dictámenes de la revolución. Ambos modelos tienen en común la uniformidad, las pequeñas cajas little boxes de la canción.Recordé unos dibujos infanti les que vi colgados de una gran cartelera en los pasillos de una fábrica de carros en Toyota City.Tuve la oportunidad de hacer una visita a esta ensambladora, observar anonadada las largas tenazas de los robots empalmando velozmente ciertas piezas que luego pasan a líneas de producción donde los obreros japoneses trabajan bajo estrictas normativas de pulcritud y eficiencia. Ante ese asombroso engranaje industrial, donde se repiten los gestos y las formas, aquellos dibujos de niños quedaron gravitando en mi memoria. ¿A dónde irá a parar toda la espontánea creatividad de estos niños, si cada vez más las sociedades se mueven en dirección a incrementar los mercados, exaltar la rentabilidad y la eficiencia, en homogeneizar las tendencias, los gustos, las maneras de vestir, hasta los lugares para beber café? Todos los Starbucks son iguales, el clien te apenas se distingue por el tamaño, el tipo de leche...

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