El llamado de la sangre

Éste ha sido un año malo para autócratas, terroristas e iluminados: Osama bin Laden, Anwar al-Awlaki, Muamar Gadafi, Alfonso Cano... Y esta seguidilla de notables, aparte de movilizar equipos de inteligencia, milicias y ejércitos, ha motivado una cobertura periodística sensacionalista y en tiempo real en la que, con la excepción enigmática de Osama bin Laden, los peores y más sangrientos ángulos son los más favorables. La estrategia es conocida: es la misma de los autos de fe de la Edad Media, de las ejecuciones públicas en la Europa del XVIII y XIX, de los linchamientos de blancos contra negros en el sur de Estados Unidos durante el siglo XX, en los que los perpetradores se hacían fotografiar sonrientes al lado de un cadáver colgado por los tobillos, como pescadores de altura exhibiendo una aguja azul. La iconografía de la venganza es una táctica disuasiva que, en Internet, hace proliferar puntos de vista. Si la democracia occidental y sus grupos aliados se felicitan del fin de los éxitos militares en Colombia o en Libia, otros sectores más recalcitrantes y endógenos convierten a sus muertos en inspiración para el futuro. Por eso el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, prefirió ser prudente a la hora de comunicar la muerte de Alfonso Cano e invitó a las FARC a tomar la senda del debate democrático. Al margen de la hecatombe, Car los Ilich Ramírez, nuestro célebre Chacal, es sometido a juicio en Francia. La ocasión le ha servido para levantar una voz trémula que, llorando la muerte, hace cuarenta años, de sus camaradas revolucionarios en Palestina, también le tira flores al comandante Chávez. En su condición de chavista por amor, el Chacal interpreta al Presidente venezolano como bastión de una solvencia moral que se refracta sólo cuando algún funcionario indigno se le interpone. Ésa sería la razón por la cual nuestro terrorista no habría recibido oportunamente la ayuda financiera necesaria para pagar los abogados de su defensa. La interferencia Âdecepción forzosa le ha servido para develar la única debilidad de Chávez...

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