La llave del éxito

No todos los venezolanos que emigran tienen la fortuna de Gustavo Dudamel, Carolina Herrera o Edgar Ramírez. Es más, para la mayoría, las cosas suelen decantarse de una manera más vulgar y rasante. Entre nosotros abundan los diseñadores exitosos en Barcelona que, después de años de distancia, tornan como si nada a su valle original; los guayacitanos desarraigados que acaban sus días rasgando una guitarra en un remoto bar de tapas; o los militantes de una esquina caliente europea que se apostan frente a un consulado bolivariano exigiendo una repatriación digna, con pan, tierra y trabajo. Hasta comienzos de los años noventa, el paradigma del éxito farandulero venezolano fue el que tocó a nuestra María Conchita Alonso. Después de ser la bachiller Brito que desbarata un matrimonio bien constituido en la Na talia de 8 a 9 de RCTV, después de presentarse como Ámbar nuestra rockera con ambiciones artísticas disco-new wave, la Conchi emigró a California para optar al estatus de vedette. Casi lo logra. Y digo casi porque, a pesar de haber alternado roles con Robin Williams, Jeremy Irons y tantos otros figurones en grandes producciones, su talento quedó recluido en el ruedo de la segregación étnica. Eso sí, la atención de Hollywood fue precedida por otros lances licenciosos que la develaron como una guapa hispana con concha para correr riesgos. En 1978, una joven María Con chita Alonso que capitalizaba las oportunidades dramáticas abiertas por los concursos de belleza figuraba en un soft porno italiano titulado Savana, sesso e diaman ti. Cuestión de tendencias, aque llo era lo que correspondía a una década marcada por la Emma nuelle de Sylvia Kristel. Entonces, su comparsa fue un joven Orlando Urdaneta. Tonificados pero sin volúmenes siliconados ni esteroides anabolizantes, Savana, sesso e diamanti fue para los actores el jardín de los senderos que se bifurcan. Años más tarde, mien tras la Conchi alternaba entre superestrellas por la alfombra roja, Orlando se compartía entre dos mujeres en la Macho y hembra de Mauricio Walerstein; mientras la Conchi se hacía producir discos por AyM...

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