Lumpias y negritas

Mi amiga vive en Francia, donde estudia, trabaja, escribe y sueña. No emigró si no que cambió de domicilio, de barrio. Conserva sus amistades, sus lazos familiares y sus vínculos con el mundo académico. Ocasionalmente la invitan a seminarios y talleres, pero también es parte de su rutina existencial saborear las empanadas margariteñas y el auténtico pastel de chucho, con los plátanos en su punto exacto y su toque de ají dulce, tan ajeno a la cocina parisiense. Invitada por una universidad atravesó el Atlántico en un vuelo convencional y sin contratiempos en uno de esos aviones de gran capacidad. Desde unos años para acá, des de que funciona la conexión Caracas-Teherán, han disminuido los pasajeros provenientes del Medio Oriente, que, casi todos hombres, desaparecían tan pronto se bajaban en Maiquetía. Alguien muy eficiente se los llevaba por algún pasillo misterioso. Quizás uno de ellos era el que a los pocos días gritaba en las calle de la urbanización: Zapatero, zapatero o de la cuadrillas de expertos que rastrean vetas de uranio en el triángulo Portuguesa, Barinas y Cojedes. Ahora, desde que se han estrechado las relaciones con Pe kín, la mayoría de los asientos los ocupan chinos, tanto hombres como mujeres. A la vista está que no son viaje ros frecuentes. Tímidos y recelosos, se entienden principalmente por señas con quienes les ofrecen jugos, café y que escojan entre carne o pollo como plato principal...

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