Más allá de la tolerancia

Venimos de un pasado de intolerancia. Al salir de ese largo desierto cualquier charco de agua nos sabe a cielo. Ayer éramos condenados a cárcel, exilio o muerte, por ser protestantes en un país católico, o papistas en territorio calvinista o anglicano, o carne de gueto y persecución por ser judíos. Por eso convertimos la tolerancia en bandera de esperanza, pero... el diccionario dice que la tolerancia consiste en permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente, o en permitir actos de culto que no son de la religión del Estado. La intolerancia era un horror y base para la persecución y el crimen, por lo cual el paso a la tolerancia es un gran avance: es salir del campo de concentración y la cámara de gas a un racismo que discrimina, pero tolera.En el pasado de Venezuela tene mos menos páginas sangrientas de intolerancia que otras naciones. Por eso resulta un retroceso deprimente que en pleno siglo XXI ansiemos la tolerancia que no tenemos. La Constitución bolivariana declara que todos somos iguales ante la ley y tenemos la misma dignidad; por tanto no es posible que haya gente meramente tolerada. Pero en la realidad reinan múltiples formas de exclusión, e incluso se predica la discriminación como un deber revolucionario, pues este es un país rojo rojito: para estos son el empleo, el Poder del Ejecutivo y las armas; también la benevolencia de los jueces, y la impunidad... Hoy la mayoría venezolana no simpatiza con el gobierno y por ello es tachada de conspiradora, agente del imperialismo, golpista, genocida y magnicida.Según el gobierno tolerar a los enemigos de la patria sería debilidad, y discriminarlos es una virtud y deber revolucionario.En la otra acera también crece la intolerancia y algunos lamentan no tener la fuerza para barrer a los rojos, a quienes consideran de inferior calidad; sobre todo si son pobres y de color. Definidos así los campos y alineados en esa guerra, la intolerancia es inevitable y para muchos obligatorio su cultivo. Está sembrado el odio. Esta realidad impide la convivencia y nos incapacita para construir juntos una casa común próspera y exitosa; para superarla es necesario ir más allá de la tolerancia al reconoci miento del otro. No se trata de ser tan buenos que toleramos al otro que no se lo merece, sino de reconocerlo por el mero hecho de ser persona humana con la misma dignidad y derechos similares que yo, no importa cuál sea su raza o religión, cuánta su cuenta bancaria y cuál su...

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