La magia de la constancia

Bajo una inmensa carpa color mostaza y azul el público espera a que se apaguen las luces. Parado sobre una silla, un niño abraza a su papá mientras mira fijamente el escenario. Aún no ha comenzado el show y se percibe su ansiedad. La música no remite a carruseles ni a elefantes domesticados. La melodía oriental da señales de que se trata de un espectáculo distinto: Sueños de una niña, presentado por el Circo Acrobático de Kunming de China. El ambiente se llena de ener gía y ocho bailarinas con diseños de color rojo y negro que asemejan el ying y el yang hacen su entrada. Golpean con fuerza los tambores, mientras un grupo de artistas, algunos tan pequeños que no muestran músculos, ondean gigantescos estandartes. Aparece la magia. La niña que protagoniza la historia sale al escenario y saluda con una gran sonrisa. Con un sombrero de campesina y una cesta de flores camina y sueña que algún día será una destacada acróbata. Se acerca a los expertos y estos le demuestran cómo lo puede lograr, a través de 14 números artísticos. Bajan otra vez las luces y un aura mística es la antesala de la siguiente dinámica. Cuatro jóvenes coquetas con tocado azul dan vueltas con sus pies a unos instrumentos alargados. Caminan, pero al revés. Se los lanzan entre sí a la vez que una se sube a la cabeza de la otra, siempre con una sonrisa como si aquello no tuviera la mayor complicación. Un niño del público está maravillado y se acerca al borde de su asiento para observar mejor. Los aplausos y vítores son constantes. En los segmentos siguientes un enmascarado cambia su rostro de color con el violento movimiento de un brazo, jóvenes agitan cuerdas mientras giran en el...

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