Lo malo del comunismo

Mis hermanos y yo debemos agradecerle a mi padre, además de nuestro nacimiento, la extraordinaria capacidad de hacernos millonarios y felices a punta de imaginación.La casa de mi infancia era una mezcla de ateneo y bunker subversivo. Mi padre, una especie de mecenas pobre, protegió a grandes artistas cuando eran grandes desconocidos: Jacobo Borges, Alirio Palacios, Luis Lucsik, Abilio Padrón y Régulo Pérez, entre otros. Con mi papá a la cabeza, estos genios creaban obras de arte, y con ingenio artístico y literario, le hacían la vida difícil a Rómulo Betancourt.Vivíamos en la avenida San Martín, en una casa grande que tenía un garaje que servía de taller y a veces de dormitorio para talentosos y subversivos artistas. En ese garaje, aparte de pintura, lienzos, pinceles y todo tipo de material para las artes, había un clandestino multígrafo donde se imprimían manifiestos revolucionarios por los que, más de una vez, la Digepol nos allanó. Existía un plan: cuando sospechosos tocaban, corríamos a esconder el multígrafo y los panfletos impresos.Pero el cuento de hoy es que en ese garaje, mi padre inventaba decorados, disfraces y utilerías hechas por esos artistas, para El Teatro Cómico Pampero, programa de TV antecesor de Radio Rochela y transmitido en vivo por RCTV. A mí lo que más me gustaba era usar los disfraces más raros que alguien haya inventado: el de pantalón, el descabezado, de enano...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR