Los mangos de mi casa

Soy de los que tratan en todo momento de agarrar la sartén por el mango, pero pre fiero los mangos de mi casa, es decir, los frutos del árbol llamado mango. Como ocurre con todos los frutos, también los mangos llevan dentro de sí su propio origen, su semilla, su renacer.Y es cosa de maravilla porque su origen proviene de un lugar lejano, de la India: Mangifera indica y un día, impreciso, llegó hasta mi propia casa. Alguien lo trajo; seguramente, el pico de algún pájaro inmenso, mítico y errante. El hecho es que los mejores mangos son los que se dan en la zona de Caracas donde se encuentra mi casa, no muy lejos de Los Chorros. Tienen hilachas pero aseguran una trementina moderada.En el patio de mi casa hay, pues, una mata de mango. Es enorme, puede tener quince metros y su copa es de un verde intensamente claro pero melancólico que se va oscureciendo a medida que se siente capaz no solo de florecer sino de dar mangos y se los oye caer, por las noches, con un sonido seco pero prometedor. La exuberancia de su fronda me ocasiona problemas con los vecinos que se quejan porque las hojas y los propios mangos causan estropicios en los techos. Recuerdo a Juan Sánchez Peláez cuando me dijo cuánto le habría gustado poner como título a uno de sus poemarios: ¡Las quejas de los vecinos!. De manera que me he visto obligado a podar las ramas del mango una y otra vez. El resultado, además de aquietar a los vecinos, ha incidido en que la mata crezca aun más hacia arriba y en lugar de los tradicionales mangos bajitos, los míos son inalcanzables y hay que esperar que caigan, aparatosamente.En los últimos años los man gos han reducido su tamaño y hoy son muy pequeños: se están enanizando. Siguen siendo muy gustosos pero empequeñecidos. Desde luego, atribuyo y culpo al gobierno de esta curiosa reducción. No podría sustentar semejante afirmación en ningún simposio o reunión internacional de expertos en mangos pero estoy seguro de que lo que está pasando con los míos es culpa del presidente Maduro.En esto sigo al pie de la letra el consejo que me dio el Gabo García Márquez en Cuernavaca en la casa de Graciela Henríquez: ¡Rodolfo, échale siempre la...

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