Mar de fondo

Hay razones para sospechar del futuro. Durante cerca de catorce años se ha desdoblado en pasado y despertado demonios y sobresaltos que debieron quedar sepultados para siempre. Un gobierno que tuvo todo el poder, todo el dinero, todas las posibilidades de transformar el país y darle a su población el mejor de los mundos se distrajo en la pequeñez cotidiana, en la venganza pequeña y la represalia superlativa. No cumplió ninguna de las promesas y desmanteló la inci piente institucionalidad. Siendo dueños del botín petrolero y con una absoluta discrecionalidad sobre la vida y haciendas de los habitantes, después de marchas y contramarchas, la realidad los sorprende y asusta. Presurosos, después de perca tarse de que se les acaba el tiempo, se dedican a lo único que si bien no les justificaría los desmanes cometidos, al menos les serviría de explicación o de contrapeso: construir viviendas, pero no estas gavetas de pobres que reparten y cuyas paredes se las lleva el viento como si se tratase de la primera casa de los tres cochinitos. El ministro de la transformación revolucionaria de Caracas anda demoliendo la civilización para ofrecer negocios a pares ibéricos, secuaces en quienes prima la ganancia sobre cualquier otra consideración. En donde los constructores y arquitectos venezolanos privilegian la calidad de los materiales, la firmeza de los suelos, la planificación urbanística Âque implica además de servicios, salud, educación y trabajo en el propio vecindarioÂ...

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