Mara Comerlati: “Yo tuve suerte de encontrar mi tesoro y me hace mucha falta”

El apartamento tiene un pasillo muy largo y por allí va Rumba, la perrita. Tiene caricaturas dibujadas en las puertas de las habitaciones. Tiene cuadros y adornos de distintas épocas. Es como haberse quedado en la casa de la abuela y ser siempre niño, querer tocarlo todo. Porque hay mucho.

En medio de aquello está Mara Comerlati. Con un calor implacable que entra por las ventanas sin cortinas, entre los gatos y los recuerdos. Toda ella, su piel con pecas, sus ojos azules, sus ademanes honestos. “Ha pasado un año y parece que hubiera sido mucho menos, porque la presencia de él es constante. Una pareja es algo muy especial. Y una bien avenida es un tesoro que no todo el mundo encuentra. Yo tuve la suerte de hallarlo y me hace mucha falta”, dice.

Hace 12 meses que Pedro León Zapata partió mientras dormía. Tenía 85 años de edad. Algún tiempo antes había sido operado del corazón y la recuperación fue muy complicada; perdió la voz y la visión de los colores, que poco a poco recuperó. Pero una segunda intervención, esta vez en la vejiga, deterioró mucho más su salud, hasta el momento final.

Ahora el lugar que tanto compartieron luce diferente. Ella quiso hacer una redistribución: “Tuvimos casi 40 años de matrimonio. Y aquí vivimos desde 1984. Todo lo dispusimos juntos. Quiero cambiar para cerrar, en cierta medida, aquella etapa que inevitablemente acabó”.

Una vida en caricatura. La marcha de los pendejos es una caricatura que Zapata hizo en 1989. Son rostros apesadumbrados, cargan sacos de hambre y miseria. Casi tres décadas después, mientras el gobierno celebra el aniversario de un golpe de Estado, existen otras multitudes de quienes, como en el dibujo, también se han quedado sin comida.

Nacido en La Grita en 1929, el pintor y humorista –ganador del Premio Nacional de Periodismo en 1967 y el de Artes Plásticas en 1980– siempre tuvo un acertado trazo para retratar al país. “Él normalmente trabajaba en su taller, que ahorita está desmantelado. Disfrutaba mucho todo lo que hacía. A veces elaboraba más los dibujos o se regodeaba coloreando. Siempre era algo diferente”, expresa Comerlati.

Pero con la enfermedad vino el cambio en la forma de trabajar, de vivir, como rememora su viuda: “Al quedar discapacitado, yo era la que le leía los periódicos y entonces él me dictaba la caricatura. Al principio lo hacía de una manera más comprensible; luego, fue solo con señas. Señalaba, por ejemplo, a la perra y yo sabía que era la letra “P”. Yo buscaba entre las...

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