Maravillas

Ni totalitarismo soviético ni comunismo castrista, el más verosímil modelo de la sedicente revolución bolivariana es un texto literario de comienzos del siglo XVII. Prestigioso, y mucho, pero ficción al cabo: el Retablo de las maravillas, de Cervantes. Como en El traje nuevo del emperador, de An dersen, el motivo de las Ma ravillas es tan viejo como la tendencia al autoengaño y la credulidad del pueblo, y describe el control y la dominación que sobre él ejerce quien es capaz de explotarla para su provecho.En el entremés cervanti no, una pareja de pícaros timadores convence a los notables de un pueblo que paguen por montar una función del inexistente retablo o teatrillo de marionetas con el que van sableando a incautos. Eso sí, no sin antes encarecerlo advirtiéndoles que posee la mágica cualidad de revelar al instante quién entre el público es un converso o no sea habido y procreado de sus padres en legítimo matrimonio. O sea, un judío o un hijo de puta, circunstancias que en la España del Siglo de Oro conducían a quien adornaran al ostracismo o, en el peor y más frecuente de los casos, a la pira del Santo Oficio. El caso es que los pícaros de las Maravillas convencen al alcalde del pueblo, y ahí están todos, labriegos ricos y campesinos pobres, haciendo ver que ven lo que no se ve ni verse puede, pues ni existe ni aparece. ¿Quién va a atreverse a decir que no ve una sola de las inexistentes figuras, quién a declararse incapaz de discernir cosa alguna entre las escenas que los dos pillos van describiendo con su ejercitada labia? Nadie en su sano juicio reconoce ante el vecino que delante de sus ojos...

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