María Fernanda Palacios lee las sorpresas de su mundo

María Fernanda Palacios toma el poemario y lo sostiene, encorvándose sobre las páginas que acerca a su cara, mientras busca unos versos en su libro más reciente, Y todo será cuento un día 2011. Voy a leer este, porque las personas a quienes está dedicado las tengo muy cerca ahora, dice antes de comenzar a recitar Volvió febrero con aguas y con hierbas. Si le cuesta trabajo leer las pa labras es porque la coquetería le impide ponerse los lentes, aunque al final triunfa la necesidad. Desde hace dos años tiene problemas con la mácula, una parte de la retina. Primero fue el ojo derecho, luego el izquierdo. Cuando las letras comenzaron a hundírsele en las páginas tuvo que operarse, porque el mayor castigo para la profesora a quien le hubiera gustado ser un personaje de Fiódor Dostoyevski sería no poder leer. Por eso la cuarta edición del Festival de la Lectura Chacao, que se inaugurará la semana que viene, no podía tener una mejor agasajada. Palacios se define esencialmente como una lectora y si ha escrito libros es por la necesidad de darle forma a sus ideas. Escribir para sentir. Sus ensa yos literarios incluyen Saber y sabor de la lengua 1987 e Ifigenia: mitología de la doncella criolla 2001. En lírica, además del poemario editado por La Cámara Escrita Ây eso por insistencia de la fotógrafa Lisbeth Salas, creadora del sello Palacios sólo tiene otro libro de versos, Por alto/por bajo 1974. El ensayo es menos vergon zoso. Los que conocen de poesía saben muy bien que yo no soy poeta, que debería escribir letras de canciones, dice la caraqueña nacida en 1945. Su prosa amplía pensamientos expresados en clases o en conferencias, obligándola a concretar ideas, porque aunque se la pasa escribiendo todo está inconcluso en las decenas de cuadernos que se multiplican en las bibliotecas que forran las paredes de su apartamento, incluso las del lavandero. Sus poemas nacen de algo que define como un ritmo que va quedando hasta que un día se consigue serenidad para continuarlo. Así, los trabajos escritos entre 1982 y 1991 del capítulo La casa sumergida de Y todo será... intentan preservar las imágenes del hogar familiar: Van muriéndose las personas que habitaron esos lugares o las casas ya no son las mismas. El último poema...

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