Gratitud a María Rosa Alonso

Su desventura se trocó en fortuna para nosotros. Expatriada por su oposición al franquismo, deja su Tenerife natal y se exilia en Venezuela. Desde 1953 y hasta 1968, la hará su hogar físico y espiritual. Desde el mismísimo arri bo, se aboca a la tarea compleja de conocer al país en su historia, en su cultura y, subrayadamente, en su lengua. Recién fallece, a los 101 años, el 28 de mayo pasado. Su biografía venezolana exhibe señas de impostergable recordación. La María Rosa que llega ha transitado las aulas de Ortega y Gasset y de Américo Castro y ha cosechado la amistad de un astro coterráneo, Agustín Millares Carlos, que por las mismas razones se exiliaría también en Venezuela unos años más tarde. Doctorada en filología hispánica, deja a sus espaldas la fundación del Instituto de Estudios Canarios, en 1932. Apenas pisar el país, Pedro Grases la enrola en las tareas de la Comisión Editora de las Obras Completas de Andrés Bello y un poco más adelante lo hará también con las de Rafael María Baralt. Estudiosa de los dos humanistas filólogos, dedica al primero trabajos sobre su situación precursora de la modernidad gramatical y al segundo sobre su poesía, sus orígenes familiares y su exilio madrileño quizá un paralelo con la propia condición que vive la filóloga. Cautivada por la lengua de Venezuela, hará en esta materia algunos de sus aportes más duraderos. Publicará, en 1965, Apuntes de ortografía con explicaciones de léxico; y, en 1967, su inves tigación venezolana más reconocida, Sobre el español que se escribe en Venezuela. En este último, instalado como clásico en la bibliografía sobre nuestro idioma, revisa con sagaz agudeza y finura interpretativa los fenómenos más...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR