Más mariposas

El señor Stein, en Lord Jim, la novela de Conrad, entre guerras, negociaciones de paz, se entregaba a cazar mariposas.Y Churchill alternaba sus labores como parlamentario con su colección de lepidópteros. Dejó la afición cuando comenzaron a enamorarlo los aviones de guerra y la obsesión por pulverizar a Alemania.Una vez Stein acababa de ase sinar a tres hombres, y los describe con frialdad, uno como un perro enroscado, otro de espaldas con un brazo sobre los ojos, el tercero alarga una pierna para dejarla después inmóvil con una sacudida. Stein advirtió una débil sombra sobre un montoncito de barro. Su corazón saltó, la cabeza le dio vueltas, se le aflojaron las piernas. Había deseado esa mariposa con toda su alma. Había pasado privaciones buscándola, emprendió viajes, la había visto en sueños y había llorado al despertar. Los hombres que acababa de matar no importaban. Chuang Tsu, el sabio taoísta un día no supo si había soñado con una mariposa o era una mariposa que había soñado con Chuang Tsu. Y Moritake, el poeta japonés, miope perdido, que creyó ver en una mariposa una flor de vuelta a la rama...

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