Marrullería revolucionaria

Familiares, amigos y vecinos con quienes converso sobre la situación nacional me expresan sus dudas, sus angustias y también su desesperación por lo que escuchan, leen y barruntan en relación con los próximos comicios presidenciales que determinarán en lo inmediato, pero no para siempre, el destino nacional. Algunos piensan que Chávez no está enfermo, que todo es un teatro, a fuer de compasión, la fidelidad de sus partidarios que se ha venido debilitando paulatinamente por el pobre desempeño de una gestión que, con más tiempo y recursos que cualquier otro Gobierno anterior, no ha resuelto ninguno de los grandes problemas nacionales y, para colmo, los ha empeorado a todos. Creen estas personas que Chávez se presentará en la campaña electoral como un ser que puede vencer todo o como un predestinado que ha sido salvado por Dios para que pueda cumplir su misión mesiánica de establecer el socialismo del siglo XXI en Venezuela, en América Latina y en el mundo. Otros dicen que Chávez no puede perder las elecciones porque tiene el apoyo mayoritario de los venezolanos más pobres que han sido manipulados sistemáticamente por un discurso populista, populachero, demagógico y vindicativo y por un vasto sistema de asistencia pública que, siendo un paliativo de la pobreza extrema, no contribuye en nada a su solución. Que Chávez hace uso sin ningún escrúpulo de la renta petrolera y de los recursos del Estado para garantizar su triunfo electoral con la anuencia de los poderes públicos. A mí toda esa trapacería ofi cialista me tiene sin cuidado, y no porque no sea chocante y repulsiva, sino porque creo que es la muestra palpable del fracaso y del fin cercano del sistema que Chávez ha querido imponer en Venezuela. Se trata de una acción des esperada, del último recurso de un proceso que no tiene ya nada que ofrecer. El chavismo, que en esencia no es revolucionario ni bolivariano, con tal proceder, aleja de sí las buenas voluntades, anula los grandes ideales que suele predicar y no atrae a los mejores venezo lanos. Si con tales prácticas lograra el éxito electoral, habría que aplicarle aquella sentencia que Unamuno dirigió a los fascistas de su tiempo: Vencerán, pero...

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