Maruja, los alimentos y el deseo

La cocina en sí misma es embrujo. Sus aromas ejercen una especie de hipnosis y son sus sabores una droga que enaltece la condición humana. El placer de la cocina es el de la satisfacción primaria, pero es también el placer de la cultura y del refinamiento, del instinto elaborado y llevado hasta las últimas consecuencias, del animal domesticado que se planta frente a la perdiz y está consciente de que se la va a comer. Sin embargo, detrás de ese acto de elemental supervivencia hay siglos de cultura que avalarán su gesto criminal.Por eso la cocina es erótica y es sublime. Es capaz de acercar esos dos extremos que definen la condición humana, que son carne y espíritu, una unidad binaria y al mismo tiempo indivisible.Como una docena de ostras de Arcachon regadas con un acidulado blanco de Pessac-Léognan, Los alimentos de deseo , reciente libro de Maruja Dagnino después del delicioso guiso que entregara en Cocina sentimental , irrumpe para regalarnos un fresco viaje semiológico por ingredientes y fogones del mundo. Suculento y hedónico, el texto podría ser, también, un bocado de codorniz horneada con ternura en su punto exacto de especias y cocción, un...

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