Medio siglo de una pasión

A la memoria del Musiú Lacavalerie I. Si usted, lector, me permite un dejo de nostalgia, le diré lo que ya he dicho otras veces, que esa noche la tengo guardada para evocarla al final de la vida, cuando me toque la hora de la verdad, la de la despedida, chao a todos, me voy, pues, y, como se acostumbra en tal circunstancia extrema, dedique el último aliento y las últimas neuronas a recapitular las razones por las cuales valió la pena el paso por este mundo. Me refiero a un ya lejano día, creo que era viernes, de enero del año 1986, cuando los Tiburones de La Guaira ganaron su último campeonato y me quedé en el estadio celebrando con miles de aficionados, compartiendo la misma fe por un equipo, el que interpretaba, más fielmente que nadie, la pelota caribe, afirmado sea esto sin un ápice de mezquindad, lo juro. La final fue un triunfo sobre el Caracas, 2 a 0, gracias a un jonrón de Pérez Tovar, antecesor remoto de Gregor Blanco en cuanto a elegancia y efectividad se refiere en la custodia del jardín central. El manager era un moreno flaco, el dominicano Oswaldo Virgil y en el equipo se encontraban Luis Salazar, Carrasco, Pedrique, Argenis Salazar, el citado Pérez Tovar, Guillén, Monasterios y otros cuantos, portadores del mismo ADN beisbolero. Entre esos cuantos se encontra ba Gustavo Polidor a quien le se guí la pista muy de cerca, a lo largo de no sé cuántas temporadas, creo que catorce, viéndolo jugar siempre bien, sin mucha alharaca, con la elegante pericia de quien todo lo lleva a cabo como si fuera pan comido, como si cualquiera lo pudiera hacer, como si todo fuera cuestión de ponerse un guante y pararse por allí. Fue mejor pelotero de lo que parecía, de lo que, en general, le reconocieron y, probablemente, mucho mejor de lo que él mismo se creyó, que a la chita callando se pasó su buen rato en las grandes ligas, figura insustituible en el infileld guaireño. Para tristeza de muchos de nosotros, fue asesinado por un tal Hernancito, quien seguro no sabía a quién mataba, a finales de abril del año 1995, cuando aún nos debía, seguro, unas cuantas...

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