Mentira y poder

¿En quién confía el Presidente de la República? ¿En su ministro de Información? ¿En el jefe que puso al frente de la Asamblea Nacional? ¿En la cúpula de su partido? ¿O quizás en el grupito de generales y almirantes que colocó en el alto mando por su lealtad personal? Ese es el gran misterio de esta etapa que estamos viviendo en la que el cuerpo del mandatario castigado por la enfermedad ha desatado las más bajas pasiones entre sus seguidores y sus cabecillas. Recientemente, en el festival de Berlín, obtuvo el Oso de Oro la película de los hermanos Taviani, un par de ochentosos sabios y curtidos por la experiencia de la agitada vida política italiana que se atrevieron con una obra de Shakespeare y la titularon César debe morir, pero escenificada en una cárcel de su país. Entre los personajes había de todo: desde tramposos y estafadores hasta asesinos y crueles integrantes de la mafia siciliana. La fauna violenta y cruel en que se ha ido convirtiendo el mundo. En la obra de Shakespeare lo que se trata es del liderazgo y la sucesión.

En Venezuela no estamos lejos de eso: la multimillonaria riqueza petrolera que ha ingresado al país como nunca antes en su historia no sólo ha corrompido a la revolución bolivariana sino al cuerpo de las instituciones civiles y militares, se ha extendido por nuestro territorio como una verdadera peste que avanza sin parar ni respetar cualquier malecón moral o ético. La peste se ha infiltrado no sólo en los altos estamentos, sino que sus efectos llegan a los otros sectores sociales y crean una cultura permanente del soborno y la ilegalidad, a la...

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