El menú, por favor

Hubo un tiempo en el que uno podía ir a los restaurantes y comer según el menú. Sin sorpresas ni sobresaltos. Sin necesidad de traductor. Sin maldecir después al ver la cuenta. Eso ha cambiado. I En el viejo estilo, había tres tipos de sitios para comer: aquellos con los platos de siempre, que a lo largo de la semana además tenían platos del día, y unos pocos donde quien sugería aciertos y antojos era el maître-capitán, o su más audaz mesonero. Dentro de la categoría de pla tos de siempre, los peores eran aquellos con el menú impreso en una litografía que cerró hace años, y cuya protección ante el paso del tiempo y los manoseos era un plástico. Menús con 80 platos tienen 4 salsas a las que 6 veces le cambian el nombre, o a Superman y Mandrake en la cocina. Los sitios que todos los días presentan sus novedades son los más buscados. Se presume que allí alguien sale y hace mercado, o recibe en forma segura y alterna a sus proveedores con productos frescos. Jamás impresas en la cartulina del menú permanente, esas hojas sueltas son la carta de promesas del cocinero, y el ojo del patrón sobre lo que se consigue y lo que presume gustará a sus clientes. El único problema aquí es la tendencia en boga en los últimos diez años, cuando el cocinero perdón, Chef...

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