De mercados y templos

Desde hace un tiempo, varias ciudades en el mundo son testigos de un sorprendente cambio de piel: los mercados tradicionales se convierten en los mercados gourmet del siglo XXI. ¿Estrategia? ¿Moda? ¿Tendencia? Todo ello y más. Estos espacios urbanos se revitalizan, se refrescan, amplían y adecúan su oferta, compiten con viejas y nuevas armas para no desaparecer. Se visten de actualidad. La razón de la transformación ha sido Âquizás la necesidad de sobrevivir ante el poderío y la supremacía de ese invento del siglo XX denominado supermercado: grandes superficies habitadas por anaqueles, impersonales y frías, donde el consumidor encuentra productos y servicios que facilitan su cotidianidad y le permiten economizar un preciado bien llamado tiempo. A lo largo de su historia, los mercados han brindado la posibilidad de comprar alimentos y también consumirlos en el lugar, por lo general, en locales modestos y con una oferta muy ligada a la identidad gastronómica de la comunidad a la cual sirven. En mercados de América Latina y Europa es usual encontrar puestos de víveres que conviven con pequeños comedores donde se ofrece una comida sencilla a precio módico; no obstante, en todos ellos, la experiencia gastronómica sólo conlleva, como valor agregado, lo pintoresco del lugar y la frescura del producto. Los nuevos mercados, mer cados gastronómicos o neomercados como les llaman, en su mayoría, han sido objeto de importantes inversiones por parte de gobiernos locales y empresarios privados a fin de recuperar sus viejas estructuras, embellecerlas y convertirlas en atractivos centros que vertebran y dinamizan el entorno. Allí no sólo se va a surtir la despensa, no sólo se rescata y se fortalece la relación del consumidor con el...

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