Los militares no están hechos para el arte del gobierno

Elisa Lerner es hija de inmigrantes judíos. Su padre llegó a Venezuela en 1928. Había nacido en Nova-Solitza, en la frontera entre Rumania y Rusia, y buscaba nuevos horizontes. Se asentó en Valencia. Su madre, oriunda de Czernowitz la ciudad del poeta Paul Celan, acota Lerner, vino tiempo después. Dudosa de dejar Europa, llegó, con la pequeña Ruth, de tres años de edad, única vástago de la pareja, en 1931. Al año siguiente nació Elisa. Después de la muerte de Gómez, la familia se muda a Caracas. A mamá le encantó el clima primaveral de la ciudad y las tiendas tan bellas que había. Vivíamos en el centro y yo era muy feliz porque tenía muy cerca los cines. Me subía a la batea y veía el ángel del hotel Majestic y la cúpula dorada del Teatro Municipal, evoca la escritora. Lerner cursó la primaria en la escuela José Enrique Rodó, de Cipreses a Velásquez, y el bachillerato entre el Liceo Fermín Toro primero a cuarto año y el Aplicación de El Paraíso quinto año. Cuando estudiaba secundaria, conoció a varios jóvenes que, posteriormente, integrarían con ella el grupo vanguardista Sardio: Adriano González León, Luis García Morales, Guillermo Sucre y Rodolfo Izaguirre. Este último dijo una vez: Elisa era nuestra escritora antes de haber escrito nada. Aunque su verdadera pasión era la escritura, ingresó en la UCV, en los cincuenta, a estudiar leyes. Dos de sus maestros allí: Rafael Caldera y Jóvito Villalba. Se graduó de abogado, pero ejerce como escritora. Elisa Lerner es la reina de la metáfora. --Creo que, en el fondo, Pé rez Jiménez quería ser ingeniero civil. Y de alguna manera lo logró con las construcciones que hizo. Ese es un cemento ensangrentado. Para nosotros fue muy doloroso el asesinato de Ruiz Pineda, a quien conocí por casualidad en casa de mi hermana Ruth. Yo pensaba que era un señor corriente y moliente y no le hice mucho caso, pero alguien después me dice: Ruiz Pineda te manda saludos. La persona que yo había conocido no era Alejandro Natera, que era el nombre que usaba, sino él. Y después me mandó un libro, Cumboto, firmado por Alejandro Natera. Me pareció terrible ver su foto en el periódico al día siguiente de su muerte. Cuando cae un héroe civil, en su sangre estamos todos. Julio Cortázar fue uno de sus rendidos admiradores. En una carta que Lerner conserva, el escritor argentino califica de excelente su monólogo La mujer del periódico de la tarde 1976. --Es verdad que hubo un golpe contra Medina. Pero inmediatamente se celebró...

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