En las minas del Alto Paragua la fuerza sustituye la legalidad

Alexis Romero, máximo líder de la comunidad pemón del Alto Paragua, atravesó el puesto de control militar que está ubicado en el salto de Uraima acompañado de dos jóvenes que le servían de escoltas; uno de ellos portaba una escopeta. De ese modo, el cacique reafirmaba su autoridad sobre la zona, aunque ello significara un desafío al Ejército. En ese mismo sitio, el 31 de octubre de 2011, los indígenas sometieron, desarmaron y detuvieron a 23 soldados. La desventaja en que se encontraba ahora Romero para enfrentar a un pelotón armado con fusiles de guerra permitió a los militares apostados en Uraima vengar la humillación que habrían sufrido 3 meses antes. El escolta fue desarmado y un anciano pemón terció en el altercado: ¿Por qué no terminan de entender que estas tierras son nuestras y que aquí gobernamos nosotros?. Furioso, el cacique tomó una curiara y se trasladó hasta la comunidad Manareken para reportar el incidente vía radio y activar los planes de contingencia contra cualquiera que pretenda entorpecer la explotación de oro en la mina Tonoro, la cual permanece bajo exclusivo control de los indígenas. Cada quien sabe lo que tiene que hacer. No vamos a permitir más atropellos, advirtió. La tensión entre indígenas y militares por el control de las minas ha convertido el Alto Paragua en zona de permanente conflicto. A 300 kilómetros de Ciudad Bolívar la fuerza sus tituye la legalidad y nadie está dispuesto a ceder. Tierra arrasada. En el recorrido fluvial desde el pueblo La Paragua hasta Tonoro, el paisaje va creciendo en exhuberancia. Los manglares se hunden y emergen grupos de piedras, cada vez de más variados tamaños y formas. Con el ascenso, el río y los árboles se agrandan. La sensación de armonía se consolida con la alegría del niño indígena, que sonríe y saluda a los pasajeros de la curiara. Al lado del muchachito, un cerdo limpísimo bebe agua en el centro de un remolino de mariposas amarillas. Todo cambia abruptamente al llegar al embarcadero de Tonoro, la entrada de la mina que controlan los pemón. Varios indígenas armados con escopetas y vestidos con franelas negras que los identifican como agentes de seguridad interceptan a cualquier extraño. Aunque tenga la autorización de los líderes de la comunidad, el que no sea indígena debe permitir la revisión de sus documentos de identidad y ser fotografiado con teléfonos celulares. Para llegar a la mina hay que recorrer un estrecho camino de aproximadamente un kilómetro. El verdor del...

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