Mínima historia del boom

Se sabe: la narrativa venezolana de los últimos diez años 20022012 ha alcanzado una notoriedad que a ratos hace palidecer los logros en el ramo de períodos anteriores. Si se la compara con la del noventa luce abundante en títulos, premios y nombres. También parece que debe adjudicársele el hecho de despertar las ganas de leer ¿de saber? en sectores antes refractarios a la lectura. Alguien contó en un foro que un abrasador agosto en Manzanillo o El Yaque, sitos en la costa de Nueva Esparta, una docena de bañistas ignoraban el sol sumergidos en La otra is la de Francisco Suniaga. Acaso por episodios como este fue que algunos críticos comenzaron a señalar que estábamos en medio de un boom de narradores y obras, lo cual quizá haría posible el despegue de nuestra literatura hacia contextos más amplios, es decir, hacia Madrid y Barcelona. Es curioso, cada vez es más frecuente confundir narrativa con literatura como si los otros géneros literarios discursivos se hallasen en franca minusvalía. Boom o no, lo cierto es que en el lapso se produjo un dispendio de ediciones, no sólo de textos ficcionales, que creó el efecto de un boyante mercado de libros y de una narrativa demandada, supuestamente, por lectores cautivos. Omito, por ahora, la discusión inherente a la calidad estética. Por lo demás, ¿cómo se mide un boom?, ¿con relación a qué?, ¿la valoración incorpora el papel del público? Sobre todo si recordamos que quienes apuraban la mención siempre tuvieron la vista puesta en los tirajes de las editoriales privadas: nunca, hasta donde sé, introdujeron en sus cálculos la ingente fábrica de novelas y tomos de cuentos de las empresas del Estado; salvo un caso: el de Monte Ávila, y eso porque de allí salieron varios narradores gracias a su concurso para inéditos. Escribo en pasado porque en el momento cuando ordeno estas líneas el reflujo editorial en el campo de la narrativa es evidente me refiero a la iniciativa privada, pese a los esfuerzos de los paladines bid y co., Punto Cero y Lugar Común. No obstante las incertidum bres críticas relativas al fenómeno de las ediciones ¿boom editorial, entonces?, hay realidades innegables: entre 2003 y 2011 las casas transnacionales publicaron de manera soste nida más narradores venezolanos nuevos o reconocidos, novedades y reediciones co mo parte de sus planes anuales. Una circuns tancia poco frecuente en décadas pasadas y que tuvo que ver, me parece, con la enrarecida atmósfera po lítica que aún vive el país...

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