Una mirada a la narrativa costarricense

En Costa Rica no pasa nada desde el Big Bang, reza la primera línea de la novela Cruz de olvido, de Carlos Cortés Veintisieteletras, 2008. Pero la llamada Suiza de América se encuentra más bien en un momento de auge, con una abundante narrativa llena de gratas sorpresas. Cruz de ol vido es una de las novelas lati noamericanas, sin duda, más importantes de los últimos tiempos, en la que el autor intenta dinamitar las bases de la nacionalidad costarricense: desterrar todo artificio, todo destello de baba costarrisible el arte de andarse por las ramas, de las medias tintas, de la indecisión, del aquí a que pasen los nublados del día.Historias delirantes que muestran un diestro uso de innumerables recursos narrativos. Julio Ortega dice: Cortés logra con esta novela una verdadera proeza literaria: darle una imagen política al fin de siglo latinoamericano.Rodrigo Soto es uno de los autores más importantes de Centroamérica. Con su obra El nudo Periférica, 2011 pre senta una narrativa fresca, de gozo estilístico por su lenguaje sencillo, que no hace perder tiempo al lector, con un entramado fragmentario que honra al título, y que trata sobre cinco jóvenes de clase media cuyas vidas se ven trastocadas por un acontecimiento al azar. Desde el principio el lector se convierte en cómplice: Aquí sucede sólo lo que yo escribo, pero sin tu ayuda nunca llegaremos al final, y ese desgarbado, miserable harapiento que se dispone a cruzar la calle con las primeras insinuaciones del día apenas la sospecha, la premonición de un amanecer nunca podrá hacerlo. Periférica había publicado anteriormente Gina 2006, que evidencia la difícil categorización de los textos de Soto como cuentos o novelas.Carlos Luis Fallas, con su Ma mita Yunai Editorial Costa Ri ca, 2008, traducida a varios idiomas, décadas antes que Cortés y Soto, marcó un hito en la literatura de su país. Una novela en forma de crónica que combina humor con realismo crudo y, si se quiere, precursora del nuevo periodismo. El jueves 8 de febrero, a la seis de la mañana, estaba yo acomodándome en el tren local de La Estrella. Por todo equipaje lle vaba dos bolsas de papel de las de a diez céntimos, y, dentro de ellas, ropa interior, un foco, una cajita con la máquina de afeitar, un paquete de cigarrillos, el cepillo y la pasta; además, y bien envueltas, mis credenciales de fiscal y mi cédula de identidad, una Ley de...

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