La mirada septembrina

Hace un par de días fui secuestrada, con mi hija de nueve años, dice la carta que recibí esta semana de remitente cuya identidad mantendré en reserva. Fuimos retenidas por más de ocho horas. Habíamos sido emboscadas por un comando de casi una decena de criminales que portaban armamento de guerra y se cubrían con pasamontañas. Fue una espantosa imagen que espero algún día pueda borrarse de la mente de mi hija. Aún me retumban sus palabras cuando, con voz quebrada, me preguntó: `Mami, ¿qué hago??. Y mi respuesta todavía me hace sentir nauseas. `Vamos a hacer lo que digan los señores. El texto de la joven madre es ex tenso. Su asunto básico es que, pase lo que pase en octubre, se irá para siempre de este espejismo al que insistimos en llamar patria. Su familia, miembro de la clase media profesional, tuvo que endeudarse para pagar el rescate. Espero olvidar el momento de la captura y las espeluznantes palabras de los delincuentes mientras escupían su veneno negociando nuestra vida en dinero e infundiendo terror a nuestros familiares y a nosotras mismas. Es, según dice, la decisión irrevocable, de alguien que durante horas convivió con la inminente posibilidad de morir o, peor aún, ver morir a su hija. Al ser liberadas, las víctimas se guarecieron bajo un camión estacionado, a la espera de que sus familiares vinieran a recogerlas. Desde su escondite vieron unas patrullas de policía detrás de la camioneta donde habían estado retenidas y albergaron la certeza de que venían escoltando a los plagiarios para repartir luego el botín. Tras puntualizar el infierno que supone un país donde policías y secuestradores son la misma cosa, la autora de la carta se detiene en un detalle. Había visto varios casos de secuestro en mi entorno ÂdiceÂ, y siempre me llamaba la atención algo en las víctimas luego del suceso: la mirada perdida. Es la misma que tenía yo al ser rescatada, la misma que tenía mi hija, la mirada de quien se ve confrontado con la muerte, logra evadirla y no consigue creerlo. La mirada de quien no logra entender que existan seres hu manos capaces de infligir daños tan profundos y de manera tan fría, calculada y consciente. Es la mirada de quien se da cuenta del horror al que estamos expuestos, de que la maldad existe y opera impunemente. Al leer este...

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