Antología de la miseria humana

  1. Cuando el martes pasado Luisa Ortega Díaz, en plena rueda de prensa y en horario infantil, mostró a las cámaras un fusil intentando demostrar que su cañón era muy grande como para lograr introducírselo a alguien por el recto, entendimos que algo grave ocurría en el país.Luego preguntó a los perio distas algo así como: ¿Ustedes creen que una persona que haya sido violada, o sea, que le hayan introducido por el ano la punta de un fusil sic, pueda sentarse en la audiencia de presentación como lo hizo Juan Manuel Carrasco sin expresar molestia alguna en su trasero?.La escena era en extremo de gradante. Aborrecible y cruel.Por el tono, quien hablaba en cualquier momento podía lanzar al piso un escupitajo o rascarse impenitente los testículos. Pero, por mala suerte para todos, no era un macho guapetón, era la fiscal general de la República quien hablaba para descalificar a Juan Manuel Carrasco, uno de los tantos detenidos por estos días de manifestaciones y disturbios, quien ha denunciado públicamente haber sido víctima de tortura y abusos a manos de la Guardia Nacional.La fiscal, alarmada como está por el pueblo en la calle exigiendo derechos, se voló los canales regulares. Optó por el escarnio. No actuó con el equilibrio de una autoridad pública, sino con la rapacidad proselitista de una activista del PSUV. Antes que por la justicia institucional tomó el camino de la gue rra sucia.2. Pero este acto de gente de alfombrita, miseria humana y cagarrutismo espiritual, no es una excepción. Es la regla. El chavismo tiene largos años tratando a los venezolanos que lo adversan como ciudadanos de segunda. Escoria política. Parias que solo merecen la exclusión, el apartheid y, de vez en cuando, unas buenas palizas y uno que otro disparo en la sien. Para que recuerden quiénes somos, dicen. Para que aprendan a respetar la revolución.Por eso el mismo martes, mientras en Valencia una multitud adolorida y desgarrada enterraba a una de las víctimas asesinadas por órdenes directas del gobernador Ameliach, Nicolás Maduro en Caracas celebraba bailando ante las cámaras. Lo hacía Pablo Escobar en Medellín. Escoltaba el entierro de sus asesinados con orquestas y licor gratuito...

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