El mono espabilado se enamoró en Caracas

Pedro Guerra es de esos artistas que logran captar audiencia sin ayuda de emisoras radiales ni discotiendas. Su prosa es poderosa y sus composiciones escapan de los patrones habituales sobre los que trabajan los cantautores en habla castellana. Quienes asistieron el sábado al Centro Cultural BOD-Corp Banca conocían esas facultades, la mayoría desde la década de los noventa, en la que el canario debutó. Después de la presentación de Leonard García, un músico que suele incorporar a Valencia como su segundo apellido, salió el protagonista. Pareció tenso y frío, pero una vez que conectó su guitarra comenzó a demostrar por qué es tan querido. Las canciones se enlazaban con sus historias habladas, en las que relucía su punzante sentido del humor. Comenzó con Canciones, tras la cual recordó sus visitas a Venezuela. En 1989 viajó con la agrupación Taller Canario de Canción, y luego, en 1997, volvió para promocionar el disco Tan cerca de ti. Sobre la prime ra, en la que tocó en el Celarg y en el Ateneo, bromeó: Ustedes no estaban. Y lo digo porque éramos tan pocos que hubiésemos hecho una amistad profunda Era un humor inteligente, crí tico y poco complaciente, que despertaba carcajadas. Mostró varios temas de su disco más reciente, El mono espabilado, entre ellos Mi locura. También interpretó La caperucita roja, sobre el popular cuento; El baúl de Billy Bonds, inspirada en La isla del tesoro; y Asteroide Tarkovsky, dedicada al cineasta ruso. Cada canción tiene una his toria que merece ser contada. Esos relatos, entre otras cosas importantes, hicieron que el recital fuera una experiencia irrepetible. Por ejemplo, la que da nombre al disco es una lectura jocosa de la evolución: Dicen que los seres humanos compartimos 98% de los genes con el chimpancé. Esto quiere decir que...

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