Montaje

La tarea del testigo Caracas: Lugar Común, 2012, de Rubi Guerra parece poner en escena la ficcionalización epistolar. Si como dice Claudio Guillén es fácil que escribir una carta lleve al autor hacia la ficción, antes que hacia la literatura, Guerra apuesta por la carta como el procedimiento medular de la estrategia discursiva y narrativa de La tarea del testigo. Desplazando la na turaleza del contenido de verdad del género de la carta privada, íntima, por su semejanza con la ficción de la novela como exploración de la vida y sus contingencias, Guerra ficcionaliza el acontecimiento narrado en las cartas que el personaje J.A. escribe al destinatario identificado como Alberto, al violentar el pacto autobiográfico que establece que el autor real de la epístola y el yo textual son la misma persona. Mediante esta operación de sustitución, en la que el destinatario epistolar es desplazado por el lector, Guerra desdibuja el posible carácter testimonial de la historia en relación con la figura y obra del poeta J.A. Ramos Sucre. Incrustadas y relacionadas las cartas de J.A. en y con la historia marco del Cónsul, La tarea del testigo genera, amplía y legítima la ficción al ensanchar el círculo social mínimo de la carta: dos personas, posibilitando la lectura de las cartas como textos contaminados de ficcionalidad, abiertos a la interpretación de los mundos posibles contenidos en los acontecimientos referidos en ambas historias. El Cónsul enfermo de insomnio viaja a Europa: Instituto de Enfermedades Tropicales, Hamburgo; sa natorio Stefanie, Merano; y finalmente Ginebra. Las cartas de J.A. más que el sueño escrito...

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