Morir en la red

  1. La primera noticia de su muerte me la da una vecina a muy temprana hora. Llego de caminar en el parque y coincidimos en el pasillo del edificio. ¿Qué noticias tiene usted?, me pregunta en voz baja, en esa extraña intimidad del ascensor. Confinados en el espacio de un metro cuadrado su sigilo me sorprende. No, no sé nada, vengo de hacer ejercicio, le respondo cauteloso. Su mirada y el gesto que la acompaña me indican que piensa que le oculto algo. El hombre murió anoche, me lanza directo. Automatismos desarrollados en estos últimos años permiten rápidamente entender que cuando nos hablan del hombre, del tipo, de Esteban de Jesús, se están refiriendo al comediante presidente Chávez. Insisto en que nada sé al respecto, salvo haber oído que el presidente Chávez nos visitará a mediados de semana, por pocos días, e inmediatamente regresará a seguirnos gobernando desde La Habana. Bueno, regresará con los pies hacia adelante porque falleció anoche, me responde tajante. Como siempre, esta amable vecina, como muchos venezolanos, se entera de episodios cruciales por intermedio de una amiga que tiene una prima que trabaja en una peluquería donde se hace sus cuidados la esposa de un general. No es chanza; por regla general, la línea de transmisión de lo que ya podemos calificar de rumor tiene asiento en la butaca de una peluquería y unos tintes, en los lazos consanguíneos con alguna prima y en una fuente militar. Esta minicrónica doméstica concluye con la cordial despedida y con el compromiso de confirmar el rumor al que, lamentablemente para ella, no doy crédito. 2. Me conecto a Internet y allí, ahora sí, me sorprendo, se suceden los tweets con la información que la amiga de una prima que trabaja en la peluquería donde va la esposa de un general le sopló a mi vecina: El presidente Chávez habría muerto en La Habana. Una ética y una disciplina estricta me protege para no retwitear ningún comentario que no provenga de alguna fuente creíble y calificada y, por el contrario, me pongo alerta para tratar de entender la naturaleza de determinado rumor. Calificamos de rumor un comentario que, en general, de manera oral pero ahora exponencialmente poten ciado por las redes sociales, va pasando de persona a persona. Quien transmite un rumor supone que transmite un hecho cierto, aunque no dispone de ningún medio probatorio. Un rumor, hay que aclarar, no es necesariamente producto de una mentira o...

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