Chocrón y el movimiento

Pocos espectadores de danza tan acuciosos y solidarios como Isaac Chocrón. Su mirada aguda estaba siempre presente sopesando y orientando las obras de bailarines y coreógrafos de su cercanía. Nunca se prodigó demasiado por los laberintos de la creación de movimientos, pero siempre estuvo al lado de aquellos a quienes sentía le pertenecían. Más allá de su condición de público avezado, Chocrón se convirtió sin proponérselo en testigo y animador de algunos de los proyectos más significativos de la danza escénica venezolana. Podría asegurarse que su relación de infancia y adultez con Vicente Nebreda le sirvió de estímulo y guía en su búsqueda de indagación de los códigos estéticos corporales. Chocrón, esencialmente hombre del drama y las letras, logró penetrar en las particularidades de algunos de los más reconocidos lenguajes de la danza. De niño compartió las aulas con Nebreda en la Escuela Experimental Venezuela. De esa lejana época recordaba las clases de gimnasia rítmica con Steffy Stahl, las sesiones sabatinas de música clásica en las que se aproximaban a las composiciones para ballet académico de Tchaikovsky, sus paseos escolares por el parque Los Caobos y los pequeños actos teatrales que representaban en el patio trasero de su casa. El destino de ambos dentro de la creación estuvo marcado desde aquellos tiempos y su reencuentro ocurrió años después en Nueva York, cuando Nebreda era ya un coreógrafo establecido y en ascenso. Juntos vivieron a plenitud la vorágine cultural neoyorquina, especialmente la vinculada con las artes de la escena: el teatro, la música, la danza, la ópera, las comedias musicales y el cine. Chocrón se aproximó de la mano de Nebreda al neoclásico estadounidense a partir del conocimiento integral de la obra de George...

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