Movimientos públicos

Bailar en la calle surge cíclicamente como una acción crea tiva novedosa y necesaria, siendo que en realidad la danza como expresión de civilidad es en esencia pública porque del colectivo nace. Así ha sido siempre y así continuará siéndolo. No hay separaciones, ni tampoco discriminaciones, entre danzar en un teatro convencional, que también es un espacio ciudadano, y en hacerlo en una plaza, un parque o un bulevar. En todos estos casos, el ritual del movimiento se cumple, solemne o casual, reeditando de continuo las antiguas valoraciones apolíneas y dionisíacas del cuerpo estético y el cuerpo expresivo. Cada cierto tiempo la tendencia de tomar la calle como ámbito genuino para recibir o generar el hecho de la danza se reedita cobrando auge y convirtiéndose en proyectos y programas oficiales tanto nacionales como municipales. Se intuye la pertinencia de los mismos, aunque no siempre se caiga en cuenta de su potencialidad y trascendencia. Cada acción urbana alrededor de la danza debe llevar consigo un modo de pensamiento y reflejar una realidad social concreta.Cuántos esfuerzos artísticos, logísticos y financieros se topan como resultado con la desconexión, cuando no la indiferencia, del público al que van dirigidos, en principio amplio y heterogéneo, pero no cautivo.La danza escénica llevada a la calle, no la surgida espontáneamente de ella, puede resultar un azar transformador o resultar infructuosa. La urbe posee sus propios modos expresivos, tanto amables como violentos, que orientan todo lo que ocurre en ella. Los ya lejanos eventos del bailarín Merce Cunningham presentados en avenidas, azoteas y sótanos de Manhattan intentaban reflejar esos ámbitos y pertenecer al ciudadano. No era una danza para representar sino para ser partícipe.El contexto público hace del arte corporal un...

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