El muchacho que dirige

"Dirigir una obra de memoria, en vez de apoyarse siempre en la partitura, hace que tu entrega hacia el producto musical sea más efectiva". La frase no es de Daniel Barenboim, ni de Claudio Abbado, ni de Gustavo Dudamel. La pronuncia un joven margariteño de 14 años que podría dar clases de oratoria si descubriera que empuñar la batuta no es lo suyo, lo cual parece improbable. José Ángel Salazar, reciente director titular de la Orquesta Sinfónica Regional Juvenil de Nueva Esparta y director asistente de la Orquesta Sinfónica de Nueva Esparta, forma parte de una especie adolescente tan rara como fascinante: taimado, articulado y elocuente de principio a fin, lleva un pañuelo en el Salazar comenzó a estudiar flauta dulce enseguida, nadie es músico, pero mis padres se dieron cuenta de que esto me gustaba a los ocho años. Vinimos a un núcleo del Sistema a averiguar cómo inscribirme Âle gustaba la trompeta y nos invitaron al día siguiente a un concierto del Ensamble de Metales Simón Bolívar con Thomas Clamor, de la Filarmónica de Berlín". El espectáculo lo conmovió. "Lloré tres veces. Ese sentimiento de compenetración y la energía que transmitían me parecieron mágicos. Ahí supe que quería asumir la música para mi vida". bolsillo que ha aprendido a llevar consigo desde que las agencias de noticias y los canales de televisión de todo el mundo se empeñan en retratarlo. Cuando el planeta presume que uno es el director musical más joven del mundo Âun séquito de Reuters lo acompañó al colegio, CNN y la BBC lo han visto ensayar y una televisora china lo grabó hasta levantándose de la cama hay que estar preparado. "A veces me pedían que me quitara el brillo de la cara y no tenía con qué. Hacerlo con la manga de la camisa es un poco feo", explica divertido. Hijo de dos profesores y segundo de tres hermanos, su historia musical empezó con una batería de juguete y un cuatrico azul a los dos años. "En mi casa y cuando cumplió 10 años descubrió que prefería el violín. Se sumó a la orquesta infantil, donde llegó a ser concertino. Ya con 12 años, un día se le presentó una oportunidad inesperada. "El profesor Luis Villarroel, quien nos dirigía, tuvo que salir y yo me paré por mi cuenta a conducir el ensayo. Lo hice primero tocando mi violín como todos los demás, pero luego tuve que soltarlo y dirigir con las manos. Sentí que había comunicación y que los demás me respondían". Su profesor volvió y le pidió que siguiera. "Al final me felicitó y desde ese día me...

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