La muerte de Abraham Lincoln

Un momento de silencio, un alarido y el grito de asesinato. La Sra. Lincoln se asoma desde el palco, demudada, lívida, y, señalando a la figura que se aleja, exclama: Ha matado al pre sidente . Hay entonces un instante de extraño, de incrédulo suspense, ¡y luego el diluvio!, con una mezcla de horror, estrépito e incertidumbre. Se oye, al fondo, en alguna parte, el repicar de los cascos de un caballo que se aleja a toda velocidad. La gente se abalanza por entre sillas y barandas, y las rompe. Hay un terror y una confusión inextricables. Las mujeres se desmayan. Los más débiles se van al suelo, y los demás los pisotean. Se oyen muchos gritos de dolor. De repente, el amplio escenario se ha llenado, hasta la asfixia, de una abigarra multitud, como un horrible carnaval. El público corre por él, al menos los hombres más fuertes; los actores y actrices siguen allí, maquillados y vestidos para sus papeles, aunque sus coloretes traslucen un susto mortal. Los gritos, las llamadas, las palabras alborotadas, se duplican, se triplican. Dos o tres consiguen hacer llegar agua desde el escenario al palco presidencial; otros intentan trepar...

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