La muerte del estratega

La muerte del poeta colombiano Álvaro Mutis 1923-2013, a sus 90 años cumplidos, confirma una tendencia inevitable: la desaparición paulatina de los grandes autores latinoameri canos nacidos en la década de los veinte. Hasta hace pocas décadas, eran presencias muy vivas, pero lentamente entran en el silencio del ocaso mientras sus obras se engrandecen. Lo que el cuerpo va dejando -decrepitud-, el alma lo conquista de otra manera. Y alma para un autor valedero termina siendo su obra, que deja de ser suya para pasar a los otros, sus lectores o auténticos herederos. Un soneto de Quevedo, por ejemplo, deja de ser rápidamente del autor para pasar a la memoria de los hombres, como gustaba de decir a Borges: si en la escala humana hay alguna operación de trascendencia, de abolición de los tiempos, esa operación es la obra artística, que llega siempre para quedarse.La última visita de Mutis a Venezuela se produjo en tre los años 1989 y 1990. Ya no era tan sólo el gran poeta de la lengua, sino también el inventor de Maqroll, el Gaviero. Dio declaraciones, se le hicieron entrevistas, lo llevaron a la televisión, conversó con amigos y se embelesó con las mujeres venezolanas. Era un hombre recatado, sencillo, capaz de hablar con cualquiera. Tenía una curiosidad insondable por el género humano, que lo llevaba de la admiración a la tristeza.No en balde, sus posturas públicas de monárquico o anarquista, no dejaban de ser una provocación para la poca determinación de una humanidad que sentía alicaída. Como todos los grandes poetas de la lengua que pasaban por Caracas, visitar al venezolano Juan Sánchez Peláez era como un rito obligante. En su vieja casa de Altamira, tupida de árboles y ranitas sonoras, Juanito, como le decía, lo esperaba en unas poltronas de cuero negro donde campaneaban escoceses hasta altas horas de la noche. Presenciar ese diálogo de colosos, o de duendes, o de niños que se maravillan con el solo aire, era una dicha mayor, deslumbrante, donde la palabra poética todo lo coronaba.Pero el Mutis que más me...

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