Una sobre el Mundial

¿Tú le vas a Argentina?, me preguntó, evidentemente extrañado. Le dije que sí. Entonces el asombro se convirtió en sospecha y me miró como si una indignación titilara debajo de sus ojos. Y me dijo que no, que no podía ser. Que lo pensara bien. Que los alemanes tenían que humillar todavía peor a los albicelestes. Que ni de vaina Cristina Kirchner podía ganar el mundial.Los mundiales siempre los gana la historia. La frase se le atribuye al mítico ex entrenador argentino César Luis Menotti. Es una forma de decir que, al final, la estadística se impone sobre la sorpresa. Que los imprevistos son pocos y viajan lentamente. En algún momento, esta copa parecía destinada a arrinconar esa sentencia. Las tempranas derrotas de España e Inglaterra, el juego brillante y magnífico de selecciones como las de Colombia y Costa Rica, entre otras cosas, parecían darle al certamen un tono distinto, inesperado. Pero, ya en la etapa de cierre, nos volvemos a encontrar con un clásico de la tradición. El fútbol es como el río de Heráclito: más de lo mismo pero nunca igual.En el contexto del espectáculo, de la ceremonia colectiva del juego, hay dos elementos que esta vez me llamaron la atención. El primero tiene que ver con el desarrollo de la promoción personal que ha ido ganando cada vez más espacio en la cancha. Es algo que viene avanzando desde hace tiempo, pero que parece haber alcanzado en este mundial otra dimensión: la celebración ha dejado de ser, en principio, un acto colectivo. El abrazo emo cionado y el festejo del resultado como una consecuencia del trabajo en equipo han dado paso a un instante previo, a la autoexaltación particular del jugador que a veces huye de sus propios compañeros, golpeándose repetidamente el pecho, corriendo desesperado hasta quedar solo frente a la cámara de televisión o ante las gradas donde aúllan sus seguidores.Cada vez con más frecuencia, algunos goleadores, incluso, rechazan el contacto con sus compañeros, como si esa fiesta colectiva arruinara su éxito, atentara contra su merecida vanidad.El otro elemento que me re sultó algo novedoso fue la incorporación masiva de una gestual actoral por parte de casi todos los...

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