El Museo Jesús Soto en crisis

El Museo Soto está en crisis. Ha vivido otras, incluso tan graves como la actual, y todas han podido superarse. Es cierto que hoy existe una diferencia de talla, y es que ya no tenemos a esa persona respetada que tuvo, junto con su familia, la generosidad de ofrecerle a su país una colección única. La diferencia es considerable porque en todas estas crisis la personalidad de Soto supo imponerse para restaurar el delicado equilibrio entre lo público y lo privado. Gracias a él, las ambigüedades que pudieron surgir de ese doble origen del museo pudieron resolverse o pasarse por alto, porque para él siempre estuvo presente la memoria de ese niño que él mismo fue y que soñó con ser artista, en una ciudad de casas viejas, sin museos, sin escuelas de arte. Sin el aura de respetabilidad que lo rodeaba, es natural y quizás inevitable que esta hibridez originaria tienda por su propio peso a un equilibrio. El hecho es que esas dos realidades, la pública y la privada, la familiar y la institucional, la cultural y la política, han entrado en colisión, precisamente porque no supo mantenerse la distancia táctica entre ambas. Como en casi todo conflicto, se han despertado las pasiones, se han cometido errores de parte y parte. Aún, sin embargo, tenemos tiempo para superar el escollo. Bastaría con levantar la mirada hacia los ideales que hicieron posible este museo, y respetarlos. Ahora, ¿qué significa hoy respe tar esos ideales? Para ello, habría que comenzar por reconocer que una institución híbrida como esta tiene diversos responsables, y que todos ellos tienen deberes y derechos que es necesario reconocer y respetar. Primero, por supuesto, urge re conocer los derechos de la familia Soto, heredera legítima de la mayor parte de la colección. Ellos, que han tenido la rara generosidad de dejar allí ese inmenso patrimonio familiar, merecen respeto. Sería un error, y un terrible daño a la cultura en Venezuela, desconocer sus derechos sobre la colección y dentro de la institución. Esperemos, pues, que las personas que hoy tienen la responsabilidad de dirigir esta intervención sepan respetarlos. Que nunca se les excluya, y que jamás se piense siquiera en la posibilidad de desconocer sus derechos legales. Lejos de hacerle un bien a la nación, estarían alejando para siempre la posibilidad de que otros venezolanos piensen prestarle, y menos aún donarle, parte de su patrimonio al Estado venezolano. Si alguna duda...

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