La náusea y la esperanza

¡Hay que tener el valor de exhibir la vileza de los aduladores, aunque se produzca la náusea!. Así concluye el prólogo del libro El cabito firmado por Pío Gil Pedro María Morantes en diciembre de 1909.El cabito era el general Cipriano Castro, quien gobernó Venezuela durante nueve años 1899-1908.Una enfermedad lo alejó del país para operarse y fue destituido y sustituido por el también general, y hasta entonces vicepresidente, Juan Vicente Gómez. Lo que sigue es una transcripción de ese prólogo, con omisiones que permiten adaptarlo un siglo después a la situación actual. Los paréntesis son añadidos míos para hacerlo más inteligible a los contemporáneos.El prólogo comienza: El último cesarismo autoritarismo de Venezuela con ... sus apoteosis de carnaval ofreció un contraste de tragedia bufa. La parte trágica estuvo a cargo de un loco ... que cayó en medio de la reprobación universal. La parte bufa fue desempeñada por palaciegos, contra los cuales no se ha ejercido ninguna sanción.Sigue: El concepto de que un solo hombre aherroja a todo un pueblo es un concepto errado. Ningún tirano triunfa por sí solo. Tiene esbirros ciegos, servidores complacientes, mentores hábiles, con los cuales se impone.Continúa: Han escrito contra Castro, en todos los tonos muchas plumas aceradas: ¿por qué esas plumas nada dicen contra los cortesanos que separaron al caudillo de los elementos honrados de la revolución ... y que fueron aconsejadores e instrumentos de su dictadura? No solo debe castigarse la cabeza del pulpo que nos devoró: punibles son también los tentáculos, sin los cuales el pulpo no habría hecho todo el mal que hizo.Argumenta: La equivocada creencia del déspota único, de solo un responsable del despotismo, ha hecho incompletas las reivindicaciones populares que castigan a veces a los déspotas y dejan impunes a los cómplices.Se expande: Los venezolanos nos desgañitamos clamando contra la autocracia, y llegamos a tumbar las estatuas y romper los retratos de los tiranos ausentes; pero no descargamos nuestra condenación inexorable sobre los cortesanos viles, que han creado el foco infeccioso en que se incuban todos nuestros cesarismos: la adulación. Vale recordar el museo del cuartel de la montaña y el día de la lealtad al comandante eterno.Insiste: La falta de castigo de los criminales aumenta la criminalidad, y la falta de castigo a los aduladores aumenta el servilismo. Por eso la adulación entre nosotros está tomando alarmantes proporciones de...

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