Lo que nadie supo de mi boda

Verónica Schneider y Enrique Palacios

28 de mayo de 2007

"La época en la que nos casamos fue difícil. El país estaba muy tenso por el cierre de RCTV y la familia de Enrique había perdido a un ser muy querido", recuerda la actriz. "Por eso pensamos que lo más razonable era hacer algo discreto, muy íntimo. Enrique me dijo: 'Si pudieras elegir, ¿dónde te gustaría casarte?' Yo echando broma le dije que en Santorini, una isla griega que siempre había oído decir que era bellísima". Su novio, el modelo Enrique Palacios, se lo tomó al pie de la letra. "Me dijo que él había hecho una vez unas fotos ahí y que le parecía buenísimo. Se puso un contacto con un amigo suyo de allá que era productor y él nos ayudó". Tres meses después, 35 amigos y familiares de los Palacios Schneider desembarcaban en la paradisíaca isla para celebrar la unión. La pareja se casó en la única iglesia católica -no ortodoxa- de la isla, con el único sacerdote que hablaba español. "Quedaba en un cerrito y la única manera de llegarle era por escaleras o en burro. Me tenían mi burrito listo por si no quería ir caminando, pero como yo no quería oler a burro el día de mi boda, subí muy digna a pie con mi Ángel Sánchez y mis tacones puestos", se ríe. "Enrique había alquilado un carrito antiguo que no prendía bien para llegar al sitio de la fiesta, y cuando salimos de la iglesia y nos montamos, íbamos muertos de risa rezando que no se apagara. Fue muy loco. Había un montón de turistas japoneses que nos tomaban fotos porque les parecía divertidísimo". ¿Y los tequeños? "Se los encargamos a una chef griega; no le salieron, pero el intento le quedó bueno. La música también fue un tema porque el señor que contratamos sólo tocaba música griega y de los años 60. '¿Usted se sabe un bolerito, una ranchera?' ¡Nada! (risas). Al principio lo de la música griega fue muy simpático, pero al rato un amigo ofreció su iPod y así también tuvimos tambores y salsa", relata. "Para mí ese día también fue muy especial porque del lado de mi papá somos cuatro hermanos que no nos reuníamos desde hacía mucho tiempo y logré que todos fueran". Su padre -compositor- escribió cuatro canciones: una para cada hijo. "Nos las cantó en la fiesta y lloraron hasta las piedras; hasta unos amigos alemanes y holandeses de Enrique que no entendían las letras lloraban. Fue muy lindo". Para la pareja, el mejor regalo fue la asistencia. "Sabíamos que ir era un esfuerzo muy grande, pero lo más bonito fue que todos los que estaban...

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