¿Entre narcos?

Desde que el magistrado Aponte, bolivariano y desde luego rojo rojito, hombre de confianza del comandante, colocó sobre el tapete la muela cariada en que se ha convertido Venezuela en manos de los militares chavistas y sus compinche civiles, al ministro El Aissami le ha dado por hablar más que un loro con cocaína. Es una cosa extraña en él porque es un joven de buenas costumbres, atildado y de vida sana. Pero ahora está convertido en una fiera y descubre sospechosos por todas partes y, si no, los inventa. El Aissami, guiado por su olfato de sabueso inglés, de inmediato se le vino a la cabeza que si gente tan importante del chavismo (militares y civiles y amigos presidenciales) estaba metida en las redes del narcotráfico y el lavado de dinero y volviéndose millonarios de la noche a la mañana, por qué la oposición no se iba a aprovechar de ese gran negocio.

¡Bingo! dijo nuestro joven sabueso y pensó para sus adentros que así podía quedar bien con su comandante y limpiarse un poco el barro que el escándalo de Aponte le manchó el traje costoso y tan bien cortado que acostumbra a usar. Porque la verdad es que un ministro del Interior que no informe a su jefe de lo que está pasando no sólo en el país sino dentro su propio Gobierno es tan inútil como regalarle un televisor a una señora que vive en un rancho sin acceso a la electricidad. El Aissami se enteró de la salida de Aponte cuando ya el pájaro había volado hacia otro país y llevado consigo documentos comprometedores que fue guardando en otros lugares en el extranjero previendo que sus enemigos dentro del Gobierno le estaban...

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