Narcos a montón

Venezuela se ha convertido en el tantas veces prometido "mar de la felicidad", pero sólo para los narcotraficantes. Desde que Álvaro Uribe, cuando era presidente de Colombia, le metió mano dura y combatió a sangre y fuego a las guerrillas de las FARC y a sus socios del crimen organizado que cultivan, procesan drogas y las distribuyen por el mundo, estos criminales se han trasladado a suelo venezolano.

Los militares colombianos sí comprendieron a tiempo el peligro de un país penetrado por los agentes del narcotráfico, un hecho que comprometía seriamente la soberanía y su propia supervivencia como Estado. Mientras tanto, los comunistas de Colombia y Venezuela se enlodan al sostener en público que las guerrillas cumplen un papel revolucionario y construyen un futuro de libertad.

En Venezuela, el Gobierno a partir de la evasión de la Disip (actual Sebin) del traficante colombiano José María Corredor, en junio de 2005, asumió la política de deportar a los narcos que capture y estén solicitados internacionalmente. Así se evita cumplir con los rigurosos procesos de extradición en la sala penal del Tribunal Supremo de Justicia.

Desde entonces hasta ahora, han expulsado del país a más de 82 personas, en su mayoría solicitadas por delitos de drogas. No todos son "capos", como dice la propaganda oficial, aunque definitivamente se trata de sujetos (hombres y mujeres) indeseables para cualquier país. Por lo tanto, siempre es mejor tenerlos presos en otro lugar que en Venezuela, donde los riesgos de escape son enormes debido a la corrupción judicial y policial.

Esta línea, seguida por el Gobierno, es vendida...

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