Un necesario balance político

Transcurrió 2013. Un buen año para el mundo opositor. Solo con recordar el con trovertido resultado electoral de abril, presente en la conciencia colectiva, podemos evidenciar la existencia de un avance sustantivo e irreversible. En el peor de los casos, precisamente el que pasó, somos la mitad del electorado. Y aquella trampa, ese gigantesco fraude ya no se repetirá nunca más.Mucho se ha hablado y deba tido sobre la estrategia diseñada por Henrique Capriles. Solo los más radicales, esos mismos que viven en el exterior o que se definen como soldados de un pretendido golpe de Estado, escritores ocasionales de las redes sociales, donde, por cierto, permanecen en el anonimato, afirman que Capriles debió haber llamado a incendiar la pradera. A quemar todos las oficinas del CNE. A generar violencia y caos. La prudencia y la paciencia fueron en aquellos momentos los mejores consejeros. El cementerio de la historia está full de cadáveres de políticos impacientes y precipitados.El camino seleccionado de dar a conocer al mundo las irregularidades electorales, el ventajismo oficial y el abuso del poder del Estado para favorecer la candidatura oficial significó un mentís universal acerca de las bondades del socialismo del siglo XXI. Por allí anda Hans Dieterich disparando cañonazos certeros al alma pesuvista y desnudando sus inconsistencias teóricas y patrañas prácticas. Nuestra economía tísica y débil, con una inflación desatada y un crecimiento desgarbado y raquítico nos ayuda a esclarecerles a las grandes mayorías y a los observadores del mundo que este sovietismo de nuevo cuño corroe los cimientos de la libertad y hunde en la arena movediza del desconocimiento los derechos de la propiedad privada. Esos decretos de precios supuestamente justos no dejan de ser una copia penosa y despreciable de las estrategias comerciales existentes en otros...

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