Los necesito

Ocurrió en Mérida durante la edición del festival de cine que organiza Ka rina Gómez con el apoyo de Fundearc, mientras participaba como miembro del jurado calificador de las películas participantes. Fueron días intensos en medio de numerosos encuentros y entrevistas con cineastas y jóvenes estudiantes de cine que se acercaban. Algunos, para conocerme, hacerme preguntas sobre mi vida, sobre el cine y la marcha del festival.Otros, para darme a conocer los avances de sus tesis de grado y plantearme asuntos complejos que relacionaban las imágenes cinematográficas con las nuevas tecnologías y las percepciones de, hasta entonces, para mí, insospechadas dinámicas sociales.Era como adentrarme en ca minos poco frecuentados, en una inquietante espesura por la que aquellos jóvenes entraban y salían, sin embargo, con una agilidad que me dejaba perplejo.Pero agradecía los contactos porque me permitían tomar el pulso no solo del festival sino de las búsquedas de los estudiantes, sus tendencias creativas e intelectuales, su capacidad para comprender las nuevas tecnologías y, lo más importante, saberlas ajustar a sus discursos narrativos en el momento de realizar sus películas.Intuí que lo que aquellos jó venes buscaban en mí se relacionaba con el tiempo, con mi propio tiempo. Quiero decir que mi presencia podía entenderse como la respuesta a la pregunta: ¿Por qué están ellos allí? Lo digo sin arrogancia. En cierto modo, yo representaba una parte si se quiere mínima, discreta, pero atractiva de una historia, la mía, que ellos no llegaron a conocer o a vivir pero que explica el por qué estaban en ese festival. Yo estuve antes que ellos visionando películas y elaborando, también, complicadas teorías sobre el poder de las imágenes. Era el trozo de vida que necesitaban conocer para terminar de armar sus propias vidas, el soplo que avivó la llama que ellos no encendieron pero que han sabido mantener desafiando al tiempo, animándola con nuevos impulsos a pesar de las dificultades.Aceptemos que posiblemen te se trata de jóvenes altivos y díscolos, pero conmigo se mostraron respetuosos. Llamaban maestro a quien como yo anda tanteando el mundo sin saber muy bien de qué se trata todo esto que bulle a mi alrededor; pero reconocí...

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